
Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido un poco perdidos. Por diversas razones, quizá la pérdida de nuestro trabajo, una relación de pareja fallida, hijos adolescentes problemáticos, amistades perdidas…. hay muchas y muy variadas. El caso es que en esos momentos nos sentimos frustrados, perdidos, y deseamos que alguien o algo nos muestre el camino que debemos seguir, y encontrar de nuevo el “rumbo de nuestra vida”.
Sin embargo, hemos de darnos cuenta que solo nosotros podemos encontrar nuestro camino. Nadie va a decirnos lo que debemos hacer, nadie va a mostrarnos el camino que debemos seguir. Así que tenemos dos opciones, ser victimistas, seguir lamentándonos, quejándonos y echando la culpa de lo que nos pasa; a la empresa que nos ha echado, a nuestra pareja, a nuestros hijos o a nuestros ex-amigos o, cambiar la dirección de nuestro dedo, de fuera hacia dentro y darnos cuenta que solo YO puedo encontrar el camino y ver la luz al final del túnel.
El primer paso es mirar hacia dentro y siendo realistas y muy honestos reconocer la parte de culpa que yo tengo en lo que ha ocurrido. Y empezar a buscar soluciones. ¿Qué podemos cambiar en nuestra actuación que permita cambiar los resultados? Einstein dijo “No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo”. Así que hagamos algo diferente y obtendremos resultados diferentes.
Por otro lado, hemos de aprender de nuestros errores. Estudia lo que ha pasado, el porqué ha ocurrido, sin juzgar, y aprende de ello. Responsabilízate de tus actos y reconoce en qué te has equivocado. Si culpas a los demás no sentirás que puedes arreglarlo. Si te responsabilizas tomas el control de tu vida y te sentirás capaz de buscar soluciones.
Decide cuales son tus prioridades y ponte metas. Si has perdido tu trabajo quizá sea un buen momento para pensar si lo que hacías es lo que quieres seguir haciendo. Si tienes problemas en tus relaciones piensa si esas personas merecen estar en tu vida, contigo. Si decides que sí lucha por ellas, pero cambiando el enfoque porque hasta ahora no ha funcionado. Y si decides que no, que es el momento de dejarlas marchar, hazlo, pero perdonando, a ellos y a ti mismo para sanar la herida y poder avanzar.
Mantén una actitud positiva. Puede que no te apetezca lo más mínimo pero debes hacer un esfuerzo. Cuando camines levanta la cabeza, echa los hombros hacia atrás y mira de frente a las personas. Y sonríe. Quizá te parezca extraño pero aunque no te apetezca debes sonreír a las personas con las que te cruzas. Tu sonrisa provocará respuestas similares (aunque no lo creas) y tu cerebro irá interpretando esa sonrisa como real. Al mismo tiempo tu postura hará que al cabo de un rato tu estado de ánimo mejore. Pruébalo. Funciona.
Mejora tu autoestima y confianza haciendo una lista con todas tus fortalezas. Piensa en qué cosas haces bien y en qué eres bueno y hazlo.
Pide perdón. A los demás y a tí mismo. Cuando asumes tu culpa y pides disculpas es más fácil avanzar. Será más difícil seguir adelante si la culpa te agobia.
Ayuda a los demás. Hacer cosas por los demás siempre nos produce satisfacción y nos hace sentir mejor.
Y recuerda:
“Nadie encuentra su camino, sin haberse perdido varias veces”
Mónica Moreno M.